On Glaciers and Avalanches. Irene Kopelman

Cualesquiera que sean las circunstancias, si cierro los ojos en cualquier momento del día, puedo ver claramente algunas imágenes grabadas en mi memoria. Estas son a veces imágenes importantes, reconfortantes, de aquellas capaces de transportarnos a momentos en nuestras vidas que nos hacen sentir seguros. Me gusta pensar en estas imágenes como una especie de zócalo vital, como si fueran bases sobre las cuales apoyarse para seguir adelante.

La primera vez que vi los dibujos de Irene Kopelman (1974, Córdoba, Argentina), pensé en estas imágenes-zócalo. No sé muy bien por qué, pero la delicadeza de la línea, la abstracción de la forma, la relación con la naturaleza o la presencia constante de la misma, me llevaron a pensar en esas formas que acumulo y que llevo dentro de mí. Es posible que esto no sea una coincidencia, y que esté ligado a la manera en que su práctica artística se relaciona estrechamente con el momento preciso en que el pensamiento y la producción del conocimiento toman forma. El hecho es que al contemplar estas imágenes, uno se pregunta de dónde vienen, cuál es su origen, cómo se constituyen. A menudo son imágenes intrigantes que despiertan interés. Reconocemos algunas formas familiares, pero no llegamos a identificarlas por completo. Elemento esencial de su trabajo, el dibujo funciona como un medio articulador del pensamiento. Le permite cuestionar la noción de modelo, este intento de organizar la vida que es  probablemente una consecuencia  de la necesidad humana de estudiar, comprender y organizar la complejidad del mundo. Dibujos que, de alguna manera, también arrojan dudas sobre esta consideración, e insinúan la imposibilidad de limitar esta complejidad en categorías y divisiones demasiado estrechas.

Interesada, desde el comienzo de su carrera artística,  en la noción de paisaje, no es una coincidencia ver este proyecto desarrollarse en los Alpes – una especie de antonomasia del entorno natural -, ahí donde sin duda se forjó la imagen de la carta postal del paisaje de montaña presente en el imaginario colectivo. En sus comienzos, Kopelman trabaja a partir de colecciones de diferentes tipos de museos, los que por su cuenta defienden esta idea del paisaje a su manera, antes de confrontarlo más tarde personalmente dibujando directamente en la naturaleza e interesándose en paralelo al trabajo de científicos de diversas disciplinas que ella ha acompañado en terreno por todo el planeta. Es allí, durante estas excursiones en la selva, durante el cruce de un desierto o el ascenso de una montaña, que se tejió un diálogo entre disciplinas, formas de pensamiento, miradas del medio ambiente y diferentes intentos de entender el mundo. Esta relación con los científicos se ha convertido en una parte esencial de su práctica artística. Los resultados de los proyectos, las diferentes series de dibujos o pinturas resultantes de ellos, son consecuencia directa de los eventos que ocurren durante estos viajes, ya sea que estén relacionados con las condiciones climáticas, el tiempo o la logística, pero también con conversaciones e intercambios, más o menos fluido, de conocimiento y sabiduría dentro del grupo, definiendo sin lugar a dudas la composición de las líneas del dibujo.

Kopelman establece colaboraciones con individuos – como este geólogo con el que se ha aventurado en el desierto de Tatacoa en Colombia o el biólogo del Centro de Investigación de la Biodiversidad, Academia Sinica de Taiwán – o con equipos, como el del Smithsonian Tropical Research Institute en Panamá, el Centro de Aprendizaje Manu en la selva peruana, o incluso aquel de la expedición del velero Spirit of Sydney, con el que llega a la Antártida. Precisamente allí se enfrenta por primera vez al desafío de dibujar las formas abruptas del hielo y sus extraños y cambiantes volúmenes. Cerca de dos años después de su expedición a la Antártida, en octubre de 2012, Irene Kopelman comienza una residencia en la Fundación Laurenz en Basilea donde se acomete a la investigación en este proyecto. El verano siguiente, cuando la nieve de los picos desaparece, hace su primera ascensión a los glaciares alpinos, donde se enfrenta de nuevo con configuraciones heladas blancas, experiencia que marca el inicio de lo que será On Glaciers and Avalanches (en glaciares y avalanchas).

Durante sus caminatas, Kopelman acompaña a varios científicos intentando entender este paisaje, decodificarlo y aprender cómo funciona. Después de haber seguido al equipo del Servicio Mundial de Monitoreo de Glaciares durante varias expediciones y participado en la Escuela de Verano sobre «Medición y Análisis del Balance de Masa en 2013», Irene adquiere una visión en profundidad de los diferentes niveles de comprensión de los estudios de glaciares. Una de las cosas que más le sorprende es el uso de fuentes de arte histórico como herramienta para reconstruir el comportamiento pasado de los glaciares, lo que la lleva a interesarse en los dibujos de Samuel Birmann (1793-1847), prestando atención a sus sistemas de representación e incluso incorporando ciertas características de estos en su propio proceso artístico. – ¿Ves esta materia acumulándose en los bordes del glaciar? Se llama «Moraine» – comentó el profesor Hans Oerlemans (especialista en glaciares, variaciones del nivel del mar, meteorología dinámica y paleoclimatología de la Universidad de Utrecht) durante uno de sus primeros ascensos al Morteratschgletscher. Con Oerlemans, aprende a leer las piedras y rocas que el glaciar deja al descubierto y revelan cómo éstos avanzan y retroceden. Los glaciares son grandes masas de hielo en movimiento, nieve comprimida en desplazamiento, donde solo están en juego las leyes de la física. – ¿Que le sucederá a este paisaje geopolíticamente cuando los glaciares desaparezcan, antes de que ninguno de nosotros muera? – insinua Wilfried Haeberli (especialista en glaciología, geomorfodinámica y geocronología de la Universidad de Zurich) durante una de sus conversaciones.

El conocimiento compartido con estos especialistas  dan la posibilidad a Kopelman de acceder a este paisaje como artista, de saber que dibujar en un lugar que se ha estudiado y explorado a fondo, cruzado por la civilización y representado de todas las formas posibles. ¿Qué puede aportar un artista de significativo en un entorno como este? Las caminatas, las conversaciones y las experiencias en la montaña funcionan como puntos de acceso a un gran laboratorio al aire libre que le permite contemplar una metodología concreta. Una metodología que la lleva a observar con atención elementos aislados del paisaje, diferentes conglomerados atomizados que revelan tanto la complejidad del mismo como el proceso de trabajo que allí tuvo lugar. Las líneas que buscan a reproducir los líquenes, la morrena, las formas de los glaciares, la tensión entre el hielo y la roca, o las diversas especies de árboles en las laderas se convierten así en testigos de una historia que revela aspectos naturales y sociales o políticos, definiendo este lugar en particular, pero también haciendo referencia a muchos otros.

On Glaciers and Avalanches reúne las obras que nacen de las expediciones en glaciares entre 2012 y 2014, así como los dibujos realizados este verano, con la colaboración del Kunst Institute Basel, para completar la investigación. Varias series de dibujos, acuarelas y pinturas se despliegan en las paredes del CRAC Alsace, completadas por una nueva serie de esculturas de porcelana colocadas en el suelo en varios lugares del centro de arte, así como varios objetos y documentos procedentes directamente de las expediciones científicas.

El CRAC Alsace es una antigua escuela, un lugar diseñado en sus comienzos como un espacio de aprendizaje para descubrir el mundo. Sus numerosas salas de varios tamaños, funcionan perfectamente para articular estas imágenes provenientes de las cercanas montañas suizas, enfatizando la naturaleza fragmentaria de los dibujos y de su proceso de producción. Los elementos esenciales del proyecto, como el título indica correctamente, se relacionan con los glaciares y laderas de montañas cuyos árboles indican la acción de avalanchas. El número de dibujos en cada serie está, de hecho, definido por el número de días de ascensión de cada expedición, que pueden ser más o menos largos con las condiciones climáticas y la visibilidad cambiantes. Si estos elementos condicionan el volumen de trabajo, se traducen además en una instalación de obras que se distribuyen en el espacio sin orden cronológico, sino en una orientación espacial y conceptual.

Pero de todo lo que la artista vio durante sus expediciones, ¿qué parte terminó en papel y qué parte se omitió? ¿Es ella quién decide, o son las montañas que hablan? ¿Cómo repartir las obras en el espacio para que transmitan todo lo que estas llevan? ¿Quién decide, nosotros o ellas?

No conocemos las respuestas con certeza, pero tal vez, la próxima vez que cierre los ojos, un fragmento de glaciar aparecerá en su mente.

– J. C., agosto 2017.

Curador: Juan Canela

*Extracto del texto de prensa de la institución traducido por Carolina Matamala

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